16 de junio de 2008

ESCUELA DE PADRES 2008.- "Evitar Discutir Frente a Sus Hijos(as)"


Muchos niños tendrían una infancia más placentera si sus padres no los hicieran testigos o partícipes de sus desavenencias.
Cuando una discusión tiene lugar frente a los hijos, estos se ven conminados a tomar partido por alguno de los papás. Los adultos presionan en su favor muchas veces inconscientemente, con frases manipuladoras del tipo: “si tu papá trabajara más, yo podría pasar más tiempo contigo”, o “sería bueno que fuéramos a la playa este fin de semana, pero tu mamá no quiere”, etc.
Los niños y niñas mantienen una alianza natural con ambos padres, por eso cuando uno de ellos busca atraerlo contra el otro, se angustian profundamente. Este fenómeno, a través del cual los padres ponen a los niños en el medio y van depositando en ellos sus rabias y frustraciones, es llamado “triangularización” en psicología.
La psicóloga infanto juvenil Andrea Palacios puntualiza que los efectos de hacer partícipes a los niños de las discusiones adultas, siempre son negativos, pero varían de acuerdo a la edad, considerando los diferentes grados de madurez emocional que permiten interpretar las situaciones. Los mas pequeños, de edad preescolar, comienzan a sufrir pataletas o desórdenes fisiológicos, “se hacen pipí, se resisten a comer, vomitan la comida y no duermen bien".
A la larga la consecuencia más probable para estos niños, si la situación se hace persistente, es la imposibilidad de desarrollar una identidad más independiente de los papás en el sentido de que incorporan sus frustraciones y tratan de hacerse cargo de ellas. Es el caso de la llamada “parentalización”, que se da cuando los niños comienzan a actuar como adultos. En palabras de la psicóloga, “todo lo entienden y justifican, y asumen actitudes que se esperarían del rol paterno, sin poder contactarse con sus propias necesidades”. Son los niños que dicen cosas como “mi mamá tiene que controlar su rabia”, “tengo que cuidar a mi papá”, etc.
La otra derivación o variante es la de niños que desarrollan conductas “oposinionistas desafiantes” como forma de reaccionar, porque sienten que no están siendo tomados en cuenta por los padres. Son rebeldes, rompen cosas a propósito, etc. Es su manera de mandarles el mensaje a los papás: “hazte cargo de mí”.
Tanto la parentalización como las conductas disruptivas, que incluyen permanentes llamados de atención, desobediencia, y provocar situaciones de riesgo u objetos que se rompen a propósito, se pueden ver en escolares de entre seis y nueve años.
Según acota Andrea Palacios, los infantes “no tienen más recursos emocionales para expresar lo que sienten”. En las familias donde se dan estas dinámicas no hay mayor estimulación de un desarrollo emocional más elaborado que permita hablar de los sentimientos y respetar las diferencias.
Los adolescentes, por su parte, suelen desarrollar conductas “de evitación”: pasan muchas horas chateando, tratan de estar el menor tiempo en la casa, etc. Estas, que son actitudes normales en la adolescencia, en estos casos se vuelven exageradas, sobrepasando la norma. Al mismo tiempo, no es raro que se tornen violentos con sus compañeros, y desarrollen conductas adictivas como beber impulsivamente o drogarse.
En última instancia, lo que la especialista recomienda a los padres es que tomen conciencia de la importancia de hacerse cargo de las diferencias y trazar estrategias para tener estos desacuerdos sin que generen perturbaciones en el desarrollo de los hijos, factor que debe primar en importancia: no se trata de evitar el conflicto, sino de buscar el momento más apropiado para enfrentarlo.

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