26 de marzo de 2007

EDUCAR HOY ES SER EDUCADORES DE HUMANIDAD



EDUCAR LA VIDA, ES EDUCAR LA INTEGRIDAD

En un Blog que aparece señalado en este artículo de Dossier aparece esta hermosa reflexión educacional que les invito a atesorar e imprimir para su uso pedagógico.


EDUCAR HOY ES SER CREADORES DE HUMANIDAD
Prof. Liliana Elsa Rossetti Area Lengua y Literatura

Tomado del Blog: http://pablosexto.blogspot.com/search/label/Area%20Lengua%20y%20Literatura

Hoy, más que nunca, vemos la importancia de desarrollar transversalmente una educación para los valores, que nos permitan sensibilizarnos. Ello forma parte de nuestra idiosincrasia como formador de formadores. Los valores deberán fundamentar actitudes y normas para hacer de nuestro trabajo un lugar de encuentro y humanización.
Ahora bien, ¿Qué es humanizar?:
Humanizar es crear un proyecto de vida donde su objetivo no sea el “tener”, “el comprar”. Ese es el horizonte de nuestra sociedad. Compro, luego existo. El pobre no existe. Sólo existen los que tienen dinero.
Humanizar no es solamente desarrollar las posibilidades intelectuales sino incentivar las capacidades de imaginar el futuro, un mundo en paz, un mundo fraterno. ¡Que los conceptos no se coman la capacidad individual de crear, la capacidad de emocionarnos, de escuchar al otro, de comprenderlo. Si no hay misericordia el mundo no se salva, hay que desarrollar la capacidad de compadecer al que sufre, de conmovernos frente al dolor humano, ¿o es que lo hemos perdido porque ya estamos acostumbrados a convivir con el dolor, con el hambre, con la guerra, con la destrucción?.
Humanizar es educar en valores pero… ¿cuáles? Debemos diferenciar entre grandes y pequeños valores porque estos últimos son los que hay que reforzar. Los grandes valores son los del sistema democrático, la justicia, la solidaridad, la paz, la libertad, la igualad que están en crisis precisamente porque fallan los pequeños, los que nacen de la cotidianeidad. Si trabajamos los pequeños valores, consolidaremos los grandes. Merecen destacarse los siguientes:
• El espíritu de sacrificio: todo se logra con sacrificio pero el político no se sacrifica por su pueblo, el profesor no se sacrifica por sus alumnos, el directivo no se sacrifica por sus colaboradores inmediatos, los alumnos no se sacrifican por el estudio. Hay que educar en el sacrificio, en el esfuerzo, en el afán de superación, en el destierro de la mediocridad, del “del todo vale”, del “todo da lo mismo”. Hay que educar en la certeza de que cada uno puede convertir su obra en sagrado salmo si enaltece el sentido de su profesión, si le basta el orgullo y la satisfacción personal frente a la tarea realizada porque favoreció al otro, a su par, a su alumno, a su prójimo; si ello le permite vivenciar que no está solo en el mundo, que todos necesitan de los demás y que es muy difícil lograr algo sin esfuerzo denodado. Lo que da satisfacción y plenitud es el tesón que se pone en el intento por hacer algo con afán de perfección, lo demás queda en manos de Dios.
• Las normas de convivencia: de entre las múltiples definiciones de Educación nos resultó particularmente significativa la siguiente: “es el ejercicio de influencias duraderas propicias para la convivencia”.Sin dudas es muy grande el desafío cuando la sociedad se repliega en un individualismo extremo amparado en el esquema del “sálvese quien pueda”; cuando el encuentro entre personas se ve amenazado porque es más fácil comunicarse por Internet que entablar un diálogo presencial donde el contacto directo, las miradas, los gestos permiten redimensionar nuestra calidad y por qué no nuestra calidez humana.
La convivencia cotidiana muestra diversos conflictos como migraciones y desplazamientos de poblaciones enteras, violencia racial, enfrentamientos en el interior de las ciudades, el mestizaje y la segmentación de las comunidades, una progresiva destrucción y burocratización de los espacios de convivencia, la afirmación de las diferencias en un mundo cada vez más globalizado. Los espacios educativos se ven atravesados por esta realidad y nos vemos en la necesidad de ofrecer “un espacio institucional diferente” que nos permita contrarrestar la invasión de mensajes negativos que los alumnos reciben diariamente: maltrato, intolerancia, mandatos de silencio, injusticias, actos de corrupción. Debemos, a nuestro juicio, enseñar el cuestionamiento de estas formas injustas del convivir y obrar sistemáticamente para superar la discriminación y las relaciones verticalistas sin sentido. Debemos trabajar con detenimiento en temas como la defensa de la vida, la unión de la familia, la paz, la buena convivencia, el respeto por las diferencias, formas de solidaridad, la búsqueda de la verdad, el aprecio por el bien, el gusto por lo estético, y tantos más. La función de educadores que desempeñamos puede brindarnos una oportunidad privilegiada para plantar una buena semilla que permita la educación en el respeto, el diálogo, el disenso, la tolerancia y todo aquello que tienda a mejorar la relación entre los hombres.
• El sentido de responsabilidad y honestidad: hoy nos encontramos con una frustración existencial, el hombre sufre un abismal complejo de falta de sentido acompañado de un sentimiento de vacío. El sentido no puede darse, debe descubrirse. El hombre que no es capaz de descubrir un sentido en su vida, ni tampoco imaginárselo, inventa (es deshonesto consigo mismo y con los demás) para huir de la maldición del complejo de vacuidad. En esta embriaguez se corre el peligro de pasar por alto lo verdadero, es decir, olvidar las auténticas tareas que esperan afuera, en el mundo. El sentido debe y puede encontrarlo guiado por su conciencia, por su capacidad de rastrear el sentido único y singular oculto en cada situación que deba resolver con honestidad y responsabilidad. Por eso, la educación, en esta época, ha de tender no sólo a transmitir conocimientos sino a afinar la conciencia para que el hombre preste atención al requerimiento inherente a cada situación. Se necesita hoy más que nunca una educación para la responsabilidad y ser responsable significa ser selectivo, ir eligiendo. Aprender a distinguir entre lo que es esencial y lo que no lo es, entre lo que tiene sentido y lo que no lo tiene. No existe ninguna situación en que la vida deje de ofrecernos una posibilidad de sentido y no existe ninguna persona para la que la vida no tenga dispuesta una tarea. La posibilidad de encontrarla es única y la personalidad que la encuentre será singular porque podrá transformarla en algo positivo, en un servicio al otro, si la resuelve con actitud responsable y disposición honesta.
Educar es contextualizar los saberes, es aprender a pensar la propia realidad más que pensar los libros. Es importante leer pero mucho más importante es pensar la existencia. En nuestro sistema educativo hay demasiado texto sin contexto. Ello produce papagayos intelectuales pero no personas capaces de trasformar el mundo. El conocimiento de las informaciones o elementos aislados es insuficiente. Hay que ubicar las informaciones y los elementos en su contexto para que adquieran sentido. Tanto en el ser humano como en los demás seres vivos hay presencia del todo en el interior de las partes: cada célula contiene la totalidad del patrimonio genético de un organismo policelular. La sociedad como un todo está presente en el interior de cada individuo a través de su lenguaje, de su saber, de sus obligaciones, de sus normas.
En el transcurso del siglo XX se efectuaron progresos gigantescos en los conocimientos en el marco de las especializaciones disciplinarias. Pero estos progresos están dispersos, desunidos, debido justamente a esta especialización que, a menudo, quebranta los contextos, las globalidades, las complejidades. En estas condiciones, las mentes formadas por estas disciplinas pierden sus aptitudes naturales para contextualizar los saberes tanto como para integrarlos en sus conjuntos naturales. El debilitamiento de la percepción de lo global conduce al debilitamiento de la responsabilidad (cada uno tiende a responsabilizarse solamente de su tarea específica) y al debilitamiento de la solidaridad (ya nadie siente vínculos con sus conciudadanos). La economía, por ejemplo, que es la ciencia matemáticamente más avanzada, es la ciencia social humanamente más atrasada, puesto que se ha abstraído de las condiciones sociales, históricas, políticas, psicológicas, ecológicas inseparables de las actividades económicas. Por eso sus expertos son cada vez más incapaces de interpretar las causas y consecuencias de las perturbaciones monetarias y bursátiles, de prever y predecir el curso económico, aún a corto plazo.
Como nuestra educación nos ha enseñado a separar, a compartimentar, a aislar y no a ligar los conocimientos, el conjunto de estos constituye un rompecabezas ininteligible que nos produce incapacidad para organizarlo, para contextualizarlo, para globalizarlo.
Por ello, mientras más multidimensionales se vuelven los problemas, más incapacidad hay de pensar su multidimensionalidad, mientras más progresa la crisis, más progresa la incapacidad de pensar la crisis.
La educación deberá mostrar e ilustrar el Destino con las múltiples facetas del ser humano: el destino de la especie humana, el destino individual, el destino social, el destino histórico, todos los destinos entrelazados e inseparables. Así, una de las vocaciones esenciales de la educación del futuro será el examen y el estudio de la complejidad humana; deberá implementar la “simbiosofía”, la sabiduría de vivir unidos; deberá salvar la unidad humana y salvar la diversidad humana; deberá desarrollar nuestras identidades concéntricas y plurales: la de nuestra etnia, la de nuestra patria, la de nuestra comunidad de civilización, en fin, la de ciudadanos terrestres. La educación deberá Civilizar y Solidarizar la Tierra en una conmiseración recíproca del uno para el otro, de todos para todos.
Finalmente, para pensar y vivir en el siglo XXI debemos tener conciencia de nuestro puesto en el cosmos, sabiendo de nuestra finitud y pequeñez en esa inmensidad pero ostentando un valor máximo y absoluto: el valor de la vida, de toda la vida, la de los seres humanos, la de los animales, la de los pájaros, la de los insectos, la de los árboles, la de las plantas, la de la Tierra misma. Dentro de ese marco hemos de considerar todos los aspectos de la concepción, los métodos y las prácticas educativas. Es un porvenir que hay que imaginar y crear. El futuro es una esperanza y la esperanza no puede deducirse de ninguna experiencia porque ésta se apoya en el pasado y en el presente, mientras que la esperanza es la anticipación militante del porvenir.
¡¡Ojalá que podamos ser hombres y mujeres de esperanza en tiempos de crisis y de incertidumbres!!
No se puede decir que la esperanza Exista O no exista Porque es como los caminos Que recorren la Tierra. Al principio no hay caminos Pero cuando muchos hombres Marchan en la misma dirección Surge el camino.

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